Trabajo realizado para la asignatura Aproximación Cinematográfica al Derecho, Universidad de A Coruña. Publicado originalmente en el blog Visiones de Trasgo el 9 de marzo de 2021.
La película estadounidense Margin Call (2011) sitúa temporalmente al espectador en los momentos previos a la brutal crisis económica de 2008, originada en Estados Unidos y que afectó a gran parte del resto del globo. El film resulta no sólo relevante para dar a conocer la falta absoluta de moralidad y de escrúpulos entre los diversos agentes financieros a la hora de llenar sus bolsillos, sino la inestabilidad que presenta un mercado con nulo o nimio control público. Precisamente, en la cinta se hace referencia a los diversos activos financieros manejados por el sector de Wall Street que, aun de forma punteada para no saturar al espectador lego en economía, resultan en un claro reflejo de con qué se jugaba en tales mercados. Una búsqueda insaciable de rentabilidad que, en el caso de los bancos, se basaba en los préstamos subprime, con un nivel de riesgo de impago superior a aquel que pudiese presentar un crédito medio. Según señala Madariaga Bilbao (2015): “Esta rentabilidad aumentó gracias a la titulización, un proceso mediante el cual convertían estos préstamos ilíquidos en líquidos y fácilmente colocables a inversores. Las agencias de rating, avalaban estos paquetes de titulizaciones como activos de gran seguridad, cuando la realidad era más bien distinta. Finalmente, cuando todo se descubrió, las pérdidas eran millonarias y muchas entidades tuvieron que ser rescatadas, y las que no, quebraron.”
Y es que las entidades financieras que venden y compran tales valores financieros se mueven, como no podía ser de otro modo, dentro del denominado mercado financiero. De este modo, se puede definir el mismo como un medio que facilita las transacciones de activos entre compradores y vendedores. Un concepto utilizado usualmente como término paraguas para aglutinar realidades tan diversas como los mercados primarios y secundarios de valores, el mercado monetario o el mercado de derivados financieros. Sin embargo, a efectos de la presente reflexión, resulta conveniente centrar la atención en el denominado mercado de valores. Por el primario se entiende como aquel en el que los inversores suscriben los valores en el momento de su emisión o cuando son adquiridos a negociación en el mercado. Mientras, por su parte, en el secundario se contratan valores en un momento posterior a su suscripción o a su admisión a negociación (Sánchez y Sánchez-Calero, 2015). Este tipo de mercados tiene el riesgo derivado de las posibles pérdidas de valor de un activo a causa de la fluctuación. Es en dicho comercio en el que se produjo la crisis de las hipotecas subprime.
Denominadas también hipotecas basura, las hipotecas subprime se caracterizaban por ser concedidas a personas en situación precaria a altos tipo de interés. Productos financieros que, si bien resultaban especialmente rentables debido a su alto riesgo, su estatus se tambaleaba en el mismo momento en el que los inversores perdiesen la confianza en los mismos. Tales hipotecas encontraban su fundamento, como señalan Cárcamo y Arroyo (2009), en el crecimiento desmesurado del precio de la vivienda. El dato concreto es un incremento de un 93% en el período 1997-2006, debido esencialmente al negocio especulativo de los activos inmobiliarios. Ello dio lugar grandes beneficios para los inversores que, sin embargo, conllevó a un incremento de la deuda, difícilmente asumible a largo plazo por las rentas medias, lo cual llevó a la larga a una gran morosidad y a la posterior crisis.
Lo cierto es que los préstamos subprime, dirigidos para sufragar el coste de las mencionadas hipotecas, no son más que un tipo de activo tóxico que, tal y como se ha mencionado previamente, resulta un activo financiero de baja calidad y mucho riesgo, con un valor contable superior al de mercado, dando lugar a una especial dificultad en su venta cuando el inversor pierde la confianza en la ficción creada por las agencias de rating. El uso de los mismos se vio intensificado en los inicios de la crisis del 2008 en Estados Unidos, donde las entidades financieras, en un desesperado intento de permanecer solventes, los vendían a la baja. Algo que queda ejemplificado en las últimas escenas de Margin Call, donde se ven a los oficinistas llamando de forma indiscriminada a sus clientes y negociando la venta de los activos.
Fue una crisis de consecuencias catastróficas a nivel mundial, cuyos remanentes pueden verse en la realidad más próxima como es la propia de la sociedad española. A causa de una enorme burbuja especulativa surgida del período de bonanza económica tan propia de los inicios del milenio, el mundo se vio sumido en una terrible recesión, que en Estados Unidos fue equiparada a la afamada Crisis del 29. Como en tantas otras ocasiones, quienes hicieron las grandes fortunas al respecto fueron personas dotadas de un privilegio económico sin igual, muy alejadas del modelo meritocrático que tan falsamente se acostumbra a vender a la ciudadanía. Precisamente, en el film referenciado, se señala esto en multitud ocasiones. Quienes realmente saben qué tipo de negocio manejan son los empleados “rasos” y el jefe directo. Según se va ascendiendo en los escalones de la jerarquía que compone la firma, menos idea al respecto tienen los ejecutivos, quienes están más especializados en la manipulación y el manejo de contactos. Y es que, a fin de cuentas, serán estos y aquellos trabajadores que les resulten especialmente útiles para seguir lucrándose, quienes se salven de las horribles consecuencias que acarrean este tipo de crisis. Incluso más allá, valiéndose de aquellos de los que se deshicieron en su momento, más de los que pueden valerse según las circunstancias. Este es el caso del personaje de Eric Dale, detonante del motor principal del argumento de la película.
Por otro lado y en algunos casos, bancos y demás entidades financieras fueron rescatados por fondos públicos. Inyecciones de dinero que no detuvieron la precariedad a la que se enfrentó el grueso de la población durante años y que, desde luego, no se estiman que sean devueltas como deudas que son. Ante fenómenos tan catastróficos y cíclicos como estos, cabe plantearse si realmente el mercado se regula sólo, qué fin debe de tener el mismo y más importante, si no es más que una de las muchas herramientas que acentúan la desigualdad en el sistema económico imperante.
Bibliografía:
- SÁNCHEZ-CALERO GUILARTE, Juan y SÁNCHEZ CALERO, Fernando. Instituciones de Derecho Mercantil. 37ª edición. Madrid: Aranzadi, 2015. ISBN: 978-84-9098-561-8
- MADARIAGA BILBAO, Gorka. Origen de la crisis financiera de 2008 y evolución de la economía de Estados Unidos desde 2007 hasta 2015. ICADE Business School, 2015. Disponible en: URL [consulta: 8 de marzo de 2021]
- CÁRCAMO SOLÍS, María de Lourdes y ARROYO LÓPEZ, María del Pilar Ester. La crisis hipotecaria de Estados Unidos y sus repercusiones en México. Economía y Sociedad [en línea] Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo Morelia, México: Vol. XIV, núm. 24, julio-diciembre 2009 pp. 93-104 [consulta en: 9 de marzo de 2021]. ISSN 1870-414X. Disponible en: URL
- POZZI, Sandro. Hipotecas subprime: La crisis con la que empezó todo. El País, 2017 [en línea]. Disponible en: URL [consulta en: 8 de marzo de 2021]
- CABALLERO FERRARI, Federico J. Activo Tóxico. Economipedia [en línea]. Disponible en: URL [consulta en: 9 de marzo de 2021]
